Ya es de noche. Sus compañeros hace rato que se acostaron.
El mendigo ha orientado el sillón amarillo del pequeño saloncito hacia la ventana, donde se ven los árboles mecidos por el viento.
Jon Bon Jovi suena en su reproductor. Le motiva, le anima a continuar pensando.
Toma un sorbo de té caliente, y se ajusta la gruesa manta al cuello.
Piensa...
Valoriza los pros y los contras en la complicada balanza que es la mente, y toma la decisión.
Ha sido mucho más fácil de lo que él creía. Casi como el pez que es comido por el tiburón, que apenas sabe que ha llegado su hora hasta que ya ha pasado.
Y se siente un poco mejor... pero no mucho.
Por que madurar es tomar las decisiones adecuadas, aunque no sean las más fáciles.
Pero madurar también es aceptarlas.
El mendigo ha tomado la decisión.
Sabe que unos cuantos le comprenderán, pero otros cuantos le tacharán de cobarde.
Se intenta convencer de que no es una huida, sino una retirada a tiempo; aunque sin éxito.
Y aunque a corto plazo él no lo crea... esa decisión también le beneficiará a el.
Poco a poco va madurando, a la par que descubriendo.
En definitiva, aprende...