martes, 24 de febrero de 2009

merecidamente reina

Día de colores, de disfraces, de que todo el mundo pueda ponerse una máscara y ocultar quien es, o que pueda quitarse la que lleva puesta sin temores, y mostrar cómo es en realidad.

Es complicado cargar con un desafío, en el final de la carrera, sólo por la cobardía de otros, que no lo vieron sufienta para su "nivel..."
Pero es aún más complicado el afrontarlo, llevarlo al límite, y encima superarlo con creces.

Por que ya le tocaba a ella, una chica inteligente y decidida, soñadora, y como siempre le digo... demasiado madura para su edad...
Por que estuvo a la altura, ganó, demostró que las triunfadoras no tienen que ser siempre las chicas populares rellenas de plástico.
Preciosa, radiante, espléndida, maravillosamente, y merecidamente... Reina del Carnaval

miércoles, 11 de febrero de 2009

jazz & soul

El público aplaudió, los músicos entraron, y el espectáculo empezó.

La música pronto pasó a ser colores, saliendo de los instrumentos y juntándose en un remolino de improvisación ante nuestras atentas miradas.
El batería, joven e impetuoso, marcaba un ritmo rápido; lleno de "breaks" y de sonoros golpes a los platos.
El contrabajista, mucho más anciano pero no menos vivaz le acompañaba con sus ágiles dedos, rápidos cambios de cuerdas y con repeticiones de rifts contadas.
El pianista los acompañaba con unos acordes ligeramente tristes, graves, que le daban a la composición un toque de la melancolía americana que a veces relacionamos con el jazz.
El líder, con un saxofón como arma, era un hombre de color. El típico estereotipo de músico negro con chaleco y sombrero. A veces cogía una flauta travesera, aunque con ésta tampoco perdía virtuosismo.
Pronto llegaron los solos.
El saxofón subió una octava su tono y respondió a los dedos de su amo para crear en nosotros las imágenes de los clubes de la época donde músicos que sólo amaban el arte y no el dinero se pasaban horas y horas improvisando...
El contrabajo le sigue (perdonenme la redundancia) bajo, rápido, llevando la melodía, casi desafiando al público.
Acabado el solo del contrabajo empezaron el percusionista y el pianista un dueto en el que la cadencia iba creciendo hasta que acabó en un gran chasquido de los platos dorados de la batería.

20 minutos de melodía, que se pasaron volando, 20 minutos de música, o mejor dicho, de colores
La música cesó, aplaudimos...
Y empezó otra vez, pero con colores diferentes...
Me acomodé. Como me gusta el jazz

jueves, 5 de febrero de 2009

I'm a believer

I thought love was only true in fairy tales.
Meant for someone else but not for me.
Love was out to get me.
That's the way it seems.
Disappointment haunted all my dreams.

And then I saw her face.
Now I'm a believer
Not a trace
Of doubt in my mind
I'm in love
I'm a believer
I couldn't leave her
If I tried

I thought love was
More or less a given thing
But the more I gave the less
I got, oh yeah
What's the use in trying
All you get is pain
When I wanted sunshine
I got rain

And then I saw her face
Now I'm a believer
Not a trace
Of doubt in my mind
I'm in love
I'm a believer
I couldn't leave her
If I tried

Llevaba mucho tiempo sin hablar de ella....

martes, 3 de febrero de 2009

fábula de la ranita arborícola (final)

Abre...
La ranita líder de la expedición (que como ya habrás adivinado era ligeramente más inteligente que las demás), mientras que se dirigían hacia la segunda flor huyendo de los peligros de esas ranas tan raras, tuvo lo que se podría llamar una revelación.
Miró a su flor, a lo lejos, viva y amarilla.
Y miró a su destino, a lo lejos, vivo y amarillo.
Y descubrió que una estaba allí...(mueve la cámara de la imaginación hacia la izquierda) y otra allí... (seguro que no te tengo que decir lo que hay que hacer...) y se dio cuenta de que no eran iguales, que se parecían pero no eran lo mismo...
Decidió que al conjunto de las flores no se le podía llamar una...
Su cerebro enrojeció.
La ranita que le acompañaba gritó alarmada.
La ranita líder sonrió satisfecha...
Se llamaría una más una.
Al cabo de un rato llegaron a la flor de destino. Y la ranita suspiró..., apenas unos metros le separaban del mayor descubrimiento de la historia de las ranas.
Y las ranas empezaron la 1ª gran aventura de la historia de las ranas (evidentemente, la primera y la segunda ya se le habían olvidado...)
Pronto llegaron arriba pues las ranas son especialistas en saltar. Y llegó el momento en el que la ránita se asomó al borde de la flor...
Había más ranas... como ella... como sus compañeras...
La ranita hinchó su garganta con orgullo.
¿Adivináis lo que dijo?... Exacto... un potente y orgulloso --mipmip--

Aleja la cámara... hasta el planeta que llaman Tierra... gira la cámara hasta que los rayos del sol incidan de cierta manera sobre el planeta... así...

¿No se parece a una flor?...

FIN

No especificaré la moraleja de ésta fábula (pues todas, según dicen, tienen una), que cada cual saque la suya, si la ve. Quizá sea que sólo sabemos contar hasta uno, o que nos creemos demasiado singulares, o quizá que nos parecemos demasiado a unas ranas...
Una sabia señorita extrajo que había que continuar el camino, pues el premio estaba al final... aunque no te acuerdes de por qué empezaste...
Yo con arrancar un asomo de sonrisa en los labios del lector me conformo... pues esta historia la escribí para hacer reír...

lunes, 2 de febrero de 2009

consecuencias

Otra vez de noche. Y otra vez el mismo pequeño sillón amarillo orientado hacia la ventana.
Ahora no es Bon Jovi el que suena, sino una canción lenta de Muse. Ya no se anima, quizá porque no le apetece.
Llegó el momento de anunciar su decisión, y la única persona que importaba, la única que de verdad quería que le entendiese, no lo hizo.
Lo que en su mente sonaba como contundentes argumentos, a su lado aparecían como sombras de actos sin sentido, buscados para perjudicar, para llamar la atención o para otros malvados propósitos que ni siquiera se acuerda.
Se acordó de esa maldita aura que desprendía.
Una especie de carisma que sin querer, sin coacción, sin sentido; te obliga a aceptar sus órdenes con un rápido ¡Si, Señor!; que desvaría tu mente hasta aceptar sus argumentos como verdaderos, casi como únicos.
Las hojas se mecían por el viento. Acompañadas de una pequeña llovizna.
El mendigo tiene una pequeña esperanza. Se halaga. Quizá incluso sea necesario. O al menos uno más.
Pero como toda luz proyecta una sombra, una especie de conciencia, la malvada que habita en todas las mentes, la que todos odiamos pero que a veces necesitamos, aparecía...
Quizá si tuviese más peones en ese ajedrez de diez piezas... quizá su opinión sería diferente.
Quizá sólo se agarraba a un clavo ardiendo...
No se daba cuenta de los sacrificios que hacía el mendigo... o no los quería ver...
El mendigo desdeñó esos pensamientos, simplemente porque no se imaginaba a alguien así, alguien con la que había compartido tanto...
El mendigo tomó otra decisión.
Amaba al ajedrez.
Amaba a los peones.
Y lo último que quería era causar problemas.
Ayudaría en lo que pudiese. Mientras fuese necesario.
Después de eso, cuando todo, o la mayor parte de todo estuviese solucionado, abandonaría.
Sólo por un tiempo. Quizás...
Pero lo haría.