viernes, 26 de marzo de 2010

Basket coach

Para acabar con esta saga de recuerdos de los profesores(lo prometo, en serio) que me han marcado, hablaré ahora de esa afición que, aunque está aplazada, no está abandonada y de las personas que han conseguido que me guste tanto.

Mi primer entrenador, una mujer, que tuvo que convertir una panda de niños malcriados en un equipo. Recuerdo sus cabreos, sus gritos, sus insultos y hasta alguna que otra sonrisa; pero ella consiguió lo imposible con nosotros, y algo muy difícil conmigo. Que me gustase un deporte.
Tampoco debo despreciar a su hermana(gemela) que si bien no podía aportar mucho en la táctica, ha sido (y es) uno de los mayores apoyos para todo el equipo. Enfermera, psicóloga, compañera de fiestas y sobre todo un encanto de persona que no olvidaré en la vida.

Mi segundo entrenador, ésta vez un hombre. El chico de los ojos azules. Él tomó el relevo, y transformó lo que ya era un equipo en jugadores de baloncesto.Colega más que entrenador(quizás ese sea el problema). Se sacrificó mucho por nosotros, y eso es algo que siempre tendré en cuenta.

Tambien recordar a algunos "veteranos", que aunque no me enseñaron, me motivaron con sus historias para esforzarme cada vez un poquito más en cada entrenamiento.

Eso es todo. Y aunque hay mucha más gente que me ha enseñado en la vida, no tengo tiempo, ni espacio para nombrarlos a todos.

Un abrazo. Feliz semana santa.

miércoles, 17 de marzo de 2010

un empujoncito...

Está refutado que la motivación es muy importante para conseguir una meta.

Hacía mucho tiempo que no me sentía asi, motivado, quizás ese era el problema. Ya ni recordaba esos momentos en los que sientes un intenso frío en el corazón, y parece que éste se ha contraido hasta la mitad. Hacía mucho tiempo que no sentía GANAS de hacer lo que hago.
Seguro que ése era el problema.
El año pasado fué un año difícil. Un año de cambios, un año para cortar lazos y para darme cuenta de las cosas que valen la pena; y quizás en esos quebraderos estaba cuando perdí el hilo de mi vida, cuando dejé de vislumbrar porqué hacía lo que hacía.
Y un año tuvo que pasar para poder recordarlo.
Y un profesor tuvo que ayudarme. Un profesor rompió esa muralla a la que ya me había acostumbrado y me habló de sus experiencias, de sus viajes, de sus aventuras...
Quizás es una tontería, y quizás no lo vuelva a ver. Pero se ha ganado mi respeto, y por eso nunca lo olvidaré.
Volviendo a lo de antes, ahora recuerdo por qué estoy en esta carrera. Recuerdo que quiero saber más de lo que me rodea, más de mi mundo. Saber el porqué de las cosas.
Ahora estoy motivado, feliz, quiero aprender...
Y eso me gusta.

Esta entrada va dedicada a esos dos profesores de química que me recuerdan que estudiar todavía sirve para algo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Esquirlas de hielo

-Voy detrás de ti, Yen, porque me he enredado, los arreos de mi trineo se han enganchado a los patines del tuyo. Y alrededor mío ruge la ventisca. Y la helada. El frío.
-El calor derretiría en ti la esquirla de hielo con que te acerté-susurró ella-. De ese modo desaparecería el hechizo, me verías tal y como soy en realidad.
-Espolea entonces a tus caballos blancos, Yen, que vuelen hacia el norte, allá donde nunca alcanza el deshielo. Para que nunca se deshaga la esquirla. Quiero encontrarme los más deprisa posible dentro de tu castillo de hielo.
-Ese castillo de hielo no existe.-Los labios de Yennefer temblaban, se torcían-. Es un símbolo. Y nuestros trineos persiguen un sueño inalcanzable. Porque yo, reina de los hielos, anhelo el calor. Éste es mi secreto. Por eso cada año mi trineo me lleva entre remolinos de nieve a alguna ciudad y cada año alguien, herido por mis hechizos, enlaza los correajes de su trineo a los patines del mío. Cada año. Cada año alguien nuevo. Sin fin. Porque el calor que tanto anhelo destruye a la vez el hechizo, destruye la magia y el encanto. Mi elegido tocado por una estrella de hielo se convierte de pronto en un simple nadie. Y yo, a sus ojos deshelados, me convierto en alguien que no es mejor que otras... pequeñas mortales...
-Y debajo de ese blanco inmaculado aparece la primavera-dijo él. Aparecen feas ciudades de hermoso nombre, y sus basureros; enormes y apestosos montones de basura en los que tengo que entrar por que me pagan por ello, por que me hicieron para eso, para entran en la inmundicia que a otros les colma de repugnacia. Me han privado de la capacidad de sentir para que no sea capaz de sentir cuán monstruosamente asquerosa es esa inmundicia, para que no retroceda, no huya ante ella, lleno de pavor. Pero no del todo. El que lo hizo, Yen, hizo una chapuza.